Javier Cándarle

Vivimos en una sociedad que estimula los logros, las metas tangibles, los resultados cuantificables. Los “llegares”, si se me permite el neologismo.  Nuestros ritmos y procesos son permanentemente alterados por esta música frenética que nos desacompasa desde el exterior.

Por eso la sincera invitación es a no leer este libro de un sopetón.

Cada vez que lo abra, le sugiero una intención clara de aquie­tamiento y atención profunda. De silencio y de introspección.

Contemplar es prestar una atención detenida y amable; profunda y cuidadosa, a cualquier aspecto de la vida y sus manifestaciones. Esta esmerada atención implica poder acercarnos a las cosas con una cualidad interior impregnada de pausa, curiosidad y respeto.

Las palabras hondas germinan, crecen y hacen su trabajo en un corazón y una mente serenos. Los poemas, escritos, prácticas y na­rraciones que aquí les ofrezco nos acercan a una sabiduría añosa que pue­de ayudarnos a iluminar los senderos del crecimiento personal.

Muchas de las palabras que aquí les presento me han servido personalmente para despertar, recordar y resignificar enseñanzas y valores muchas veces olvidados o minimizados en los ajetreos cotidianos.

Las buenas palabras tienen el don de resonar en nuestras cavidades interiores, despertando aspectos de los que tal vez no seamos tan conscientes habitualmente, pueden también acentuar lo esencial den­tro del sinnúmero de palabras y voces diversas que pueblan nuestras mentes momento a momento.